Poco se sabe sobre la vida personal del autor que nos confiere. Sin embargo, su obra ha sabido hablar por él mostrando un valor que le ha dado la vuelta al mundo.
Fue galardonado en el 2015 con el premio Romic al mejor cómic latinoamericano en Italia por su novela gráfica, Gabo, memorias de una vida mágica.
Esta retrata (en el debido ritmo cinematográfico que se alimenta gracias a la ardua colaboración de los cuatro dibujantes) la vida del nobel Colombiano, en la que la desventura, la falta de recursos y sobretodo la soledad juegan un papel protagonista. Esta novela de largo aliento, cuenta con un aproximado de 1600 viñetas, divididas en cuatro partes, cada una con su color y estilo artístico particular, refiriendo, quizá, metafóricamente los niveles de madurez que adquiría su obra con el paso de los años y las experiencias que enriquecían al autor.
La primer parte, ilustrada por Miguel Bustos, adopta un amarillo canario, cuyo juego entre mariposas y realismo mágico empata con los pececitos dorados del coronel. La segunda parte, ilustrada por Tatiana Córdoba, se viste de un azul aguamarina que parece que juega constantemente con la imagen de un hombre del trópico, que lentamente se sumerge en la frialdad de Europa y del exilio. La tercera parte, ilustrada por Felipe Camargo Rojas, se mueve entre distintos rosas pastel detallando la salida de la oscuridad de nuestro protagonista, cómo se instaló en México y el descubrimiento de la obra de Juan Rulfo.
La última parte, ilustrada por Julián Naranjo, es la más corta de todas y nos construye un verde esmeralda, donde Gabo se entera de que ha ganado el nobel, es la representación gráfica de la gloria para el autor. Sin embargo, Pantoja, no nos muestra la historia en una sola dirección cronológica, sino que a partir de sus saltos en el tiempo vemos cómo las experiencias de la infancia permearán el realismo mágico de Cien años de soledad, siendo sus conversaciones con sus abuelos de gran influencia para su desarrollo artístico.
La narrativa de Pantoja no se detiene en el romance y la tragedia para transmitir emociones plásticas y que resultan por ser empalagosas, por el contrario, la naturalidad, a veces poética, con la que avanza fielmente por la biografía no olvida lo informativo y al mismo tiempo logra construir una atmósfera estética que lo definirá a lo largo de su recorrido
artístico.
Este ritmo bien trabajado enriquece su narrativa gráfica dándole un
sello característico. Tal vez uno de los trabajos que mejor habla de ello fue
el mediometraje El último cuento de Edgar Allan Poe, del que fue
director y guionista y con el que ganó la beca nacional de cinematografía de
1998. En este tributo al autor muestra cómo la ausencia de recursos no limitan la
capacidad para hacer una obra entera, cuya severidad es equivalente a una buena
novela, en la que, a pesar de sus escasos veintitrés minutos, pareciera
rápidamente construir varias historias y personajes dentro de un universo
concluyente y suburbano con pequeños guiños al corazón delator.
Otra de sus novelas gráficas es Rulfo, una vida Gráfica, en la
que colaboró con el ya mencionado ilustrador Felipe Camargo. Juntos lograron
desatar la oscuridad de Pedro Páramo y El llano en llamas a
través de la biografía de su autor. Demostrando cómo los cuentos y la novela
representaron un espejo profundo y complejo para toda Latinoamérica. Rulfo se
convirtió para él en un maestro y como el mismo Pantoja lo dijo para la
televisión mexicana “No salimos de los fantasmas de Comala.”
Esta obra es de un carácter provocante, insiste una y otra vez en la
lectura de Pedro Páramo. Por otra parte, la ilustración de Felipe Camargo
Rojas, que en la tercera parte de Gabo nos acerca a la cultura mexicana, aquí,
nos detalla un mundo sombrío y lúgubre. La muerte es omnipresente, desde la
portada de la novela gráfica hasta los argumentos intrínsecos de la biografía,
un Rulfo rodeado sólo por fantasmas.
El hilo conductor de la obra de Oscar Pantoja, en gran medida, es la
violencia. Latinoamérica convertida en territorio sin tregua, de guerra y
desigualdad social; lo vemos por ejemplo en su adaptación al cómic de la novela
de Rafael Baena, Tanta sangre vista, la cual, teniendo en cuenta el
constante juego entre el pasado y presente en la obra original se reinventa en
la mano de Pantoja. Las ilustraciones tipo Western nos las ofrece Juan Gaviria,
ilustrador de la revista El Malpensante.
Junto con lo ya dicho, se acumula un cortometraje, Un
mal sueño, y el cómic infantil Tumaco, sumándose la recientemente
publicada novela gráfica sobre la vida de Jorge Luis Borges. Sin
extenderme más queda la invitación para la lectura de esta exuberante obra del
bogotano Óscar Pantoja.
L.J Ramírez
Un autor imprescindible del cómic colombiano.
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